*
Dos aves nocturnas batieron sus largas alas
ante mi cuerpo yermo, frío, desnudo ...
atrapando así,
la huida póstuma de mi alma fugitiva,
cual aliento angelical,
para llevársela en volandas a ese cielo castizo.
Y ahora,
reposa como flor singular - yo,
en ese jardín sin fin de palabras rotas,
floreciendo en el centro de ese pequeño laberinto
con vírgenes, dolorosas y lágrimas de cera.
*
para que no os perdáis, Guillermo y Eduardo.
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