*
Siempre recordaré a Quentin,
ese chico sordomudo que escribía sobre mi cuerpo
con sus dedos temblorosos para que pudiera oírlo.
Palabras que sonaban tan bien sobre mi piel,
que aún puedo oírlas cuando me miro en el espejo de lo que fui.
Yo que no puedo decir.
Yo que ya no tengo voz.
Sólo acaricio mi piel y lloro.
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