*
Una viejecita de negro, pasa frente al portal,
se para, mira a los lados y se acerca silenciosamente.
Su cara es fantasmagórica, su nariz con verruga y todo,
es corva como la de los cuervos, y sus ojos,
negros y brillantes como el carbón,
que destellan al mirarme fijamente.
Yo sonrío ligeramente y quedo fascinado ante semejante rostro;
Y me pregunta con voz ronca:
- ¿Quién eres?
Yo aprendí a contestar:
- Soy el chico que nunca nació. Tal vez crecí entre el maíz. Caspita, ¡Qué pícaro soy!
La vieja cierra los ojo, y con su mano me despeina suavemente,
desapareciendo sigilosamente por la esquina.
La noche se acerca perezosa y cubre el cielo con su manto negro,
dos estrellas brillantes penden en lo alto,
a modo de saludo, yo las miro fascinado y río.
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